viernes, 1 de septiembre de 2017

Ave de Septiembre: El Papamoscas Cerrojillo





Al barruntarse el declinar del verano,  aparece por doquier un pajarillo insectívoro de unos 13 cm. y plumaje pardo-grisáceo por encima, con marcas blancas en las alas, y patas, pico y ojos negros, que parece haberse multiplicado de repente como los panes y los peces, pululando en solitario por jardines y arboledas, en su búsqueda de insectos que caza tanto al vuelo como sobre el suelo y la vegetación. Se trata del papamoscas cerrojillo: Ficedula hypoleuca (Pallas 1764).

En esta época el macho ha perdido su plumaje nupcial de contrastadas partes superiores negras con manchas blancas, adquiriendo unos colores parecidos a los de la hembra, por lo que diferenciar los sexos probablemente sea una tarea que tengamos que dejar a los que, además de ser expertos, tengan el pájaro en la mano. La extensión de las manchas alares blancas es mayor en los machos, pero también varía geográficamente, y en un momento en el que nos podemos encontrar por aquí ejemplares de toda Europa en su paso migratorio, y ejemplares tanto jóvenes como adultos, no parece un carácter muy seguro. A menudo se lee que los machos se diferencian por conservar una mancha blanca en la frente, lo cual parece ser diagnóstico en otras latitudes, pero en la subespecie ibérica se dan también algunas hembras con esta marca. Posiblemente el carácter más ¿seguro? sea la cola y supracobertoras caudales, más negras en el macho.
Cabe señalar que existen también machos con plumaje nupcial similar al de la hembra. Curiosamente, en nuestro país las hembras prefieren los machos con plumaje oscuro, mientras que en latitudes más norteñas, en las que la especie convive con el papamoscas collarino, parecen ser preferidos los machos pardo-grisáceos, sin duda porque ello minimiza la probabilidad de emparejar con la especie equivocada.



La población ibérica se adscribe a una subespecie  (Ficedula hypoleuca ibieriae Witherby, 1928) más pequeña y con mancha alar en el macho mayor, en comparación con la subespecie nominal presente en el resto de Europa. Nuestra población nidificante es fragmentaria y relativamente poco numerosa; se estima en 130.000-350.000 parejas reproductoras, de las cuales 1.500 – 1.800 en Castilla y León.

En la Península cría principalmente entre los 1000 y los 1900 m de altitud, en bosques tanto de frondosas como de coníferas dotados de árboles viejos con huecos para anidar, o bien donde se hayan instalado cajas nido. De hecho, parece preferir los nidales artificiales, lo que ha facilitado grandemente su anillamiento y los estudios sobre su etología y demografía. Se recomienda proteger los nidales de la depredación por ginetas o comadrejas adosando un tubo de 9 cm. a la entrada, y de los pícidos forrando la caja con malla mosquitera o bien utilizando cajas de serrín-cemento. De lo contrario, los efectos pueden ser catastróficos, al ser las cajas nido fácilmente localizables y expoliables.




La nidada (generalmente una al año, aunque a veces dos) se compone en promedio de seis huevos; son de color azul claro y los incuba la hembra durante un par de semanas; los polluelos permanecen 15 o 16 días en el nido, alimentados por ambos progenitores. La dieta de los pollos es exclusivamente insectívora, consistiendo mayoritariamente en orugas de lepidópteros. Por el contario, en otoño la dieta es parcialmente frugívora; en su paso por el noroeste de España se ha documentado el consumo de un 30% de frutos de alto contenido graso, como los del cornejo.


La especie se distribuye por toda Europa y el oeste de Siberia. Es migrador transahariano, si bien se han registrado algunas citas invernales en España, con carácter excepcional. Resulta llamativo que sus rutas migratorias de otoño pasan principalmente por la mitad occidental de nuestra península, mientras que realiza su retorno primaveral mayoritariamente por su parte oriental.


Autor crónica y dibujos: José Vicente Sánchez

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